Silvio Berlusconi había cambiado el sistema electoral en plena etapa preelectoral para impedir el triunfo de la lista rival encabezada por el democristiano Romano Prodi. El resultado de este cambio fue justo el opuesto del que pretendía el antiguo primer ministro. Con una ajustada mayoría de votos, la coalición presidida por Prodi consiguió una sólida mayoría en la Cámara de diputados y los escaños suficientes en el Senado para poder gobernar.
Uno de los resultados más espectaculares del cambio electoral ha sido la elección de Giorgio Napolitano, antiguo parlamentario europeo, para la presidencia de la República. Napolitano es sólo el tercer presidente socialista de Italia, tras Saragat y el muy popular Sandro Pertini. La democracia cristiana ha dado seis presidentes y los liberales, uno, el economista Luigi Einaudi. Por su trayectoria personal y su amplia experiencia política, Napolitano será, sin duda, un buen presidente.
El cambio electoral tendrá importantes consecuencias, no sólo para Italia, sino también para la Unión Europea. Berlusconi había dado a la política italiana un marchamo nacionalista, defendido por los tres partidos de la coalición, su propia "Forza Italia", los neofascistas de "Alleanza Nazionale" y la "Liga Norte" de Umberto Bossi.
Prodi y Napolitano vuelven a la política italiana tras un periplo europeo, el primero como presidente de la Comisión Europea y el segundo como diputado europeo y presidente de la Comisión de asuntos constitucionales del Parlamento.
El cambio político italiano puede dar un nuevo impulso a la integración europea, no sólo resolviendo la asignatura pendiente de la entrada en vigor de la Constitución europea sino también abriendo nuevas vías, como el desarrollo de la tan necesaria política común de la inmigración.