El verano de 2007 no ha sido un período fácil para los mercados financieros. La caída de importantes sociedades norteamericanas vinculadas a las hipotecas con bajo nivel de garantías (sub-prime mortages) dejó sentir sus efectos sobre las bolsas mundiales, que experimentaron pérdidas considerables durante el mes de agosto. El sistema norteamericano de la Reserva Federal, que es en la práctica el banco central de los Estados Unidos, tuvo que reducir los tipos de interés en medio punto. El Banco Central Europeo, empeñado hasta ahora en incrementar los tipos de interés para reducir el peligro de inflación, ha inyectado más de doscientos mil millones de euros en el sistema financiero europeo con el objetivo de impedir que la banca europea sufra un colapso. El resultado de estas y otras medidas adoptadas por diferentes bancos centrales ha sido una relativa estabilidad de los mercados y un ligero reajuste en las paridades de las principales monedas, sobre todo entre el dólar y el euro.
La cuestión sigue abierta, sin embargo. Los desajustes del sistema financiero mundial son demasiado grandes como para que basten simples medidas coyunturales para calmar las aguas. En especial, se abren interrogantes sobre el futuro del euro y sobre los intereses de las hipotecas en Europa.
Aunque una parte importante de la opinión pública europea culpa al euro de la inflación y otros males económicos como la caída del turismo, la realidad es que la moneda común europea ha dado a nuestras economías una gran estabilidad y que el euro se configura cada vez más como una moneda de reserva en competencia con el hasta hace poco tiempo omnipotente dólar.
El guardián del euro ha sido el Banco Central Europeo. En los últimos años, bajo la presidencia del francés Jean-Claude Trinchet, con la constante presión de Alemania, el Banco Central Europeo se ha dedicado a conjurar el peligro de inflación mediante subidas paulatinas y continuas de los tipos de interés: ocho subidas de un cuarto de punto en dos años, para pasar de dos a cuatro puntos porcentuales. Para este año se habían previsto otras dos subidas de un cuarto de punto, para colocar el interés básico en un 4,5%. El resultado de estas subidas ha sido el aumento del Euríbor y, en consecuencia, del coste de las hipotecas.
Por otro lado, la inflación parece hoy controlada en la Eurozona con sólo un 1,8% de crecimiento anual. Si los mercados se enfrentan ahora a una crisis de liquidez y el Banco Central Europeo ha tenido que inyectar más de 200.000 millones de euros para corregir esa crisis, cabe preguntarse si tiene sentido continuar con las subidas de tipos anunciadas para este año. Para los consumidores europeos sería una buena noticia el que se interrumpieran esas subidas, lo que les permitiría enfrentarse mejor con la considerable deuda hipotecaria hoy existente en Europa. Las últimas declaraciones del Sr. Trichet abren la posibilidad de que no se produzcan nuevas subidas de los tipos de interés en Europa en los próximos meses.