martes, 30 de septiembre de 2008

Europa ante las nuevas oleadas migratorias

La caída de la actividad económica originada por el escándalo de las "hipotecas basura" norteamericanas está produciendo efectos deletéreos en las economías de los países en desarrollo, con sus inevitables secuencias sociales. Si las presiones migratorias hacia los países en desarrollo eran fuertes en la época de expansión de la economía mundial, el parón económico ha multiplicado las presiones y los motivos para emigrar desde el tercer mundo hacia los países ricos.

Europa se ha convertido en el principal foco de atracción de estos movimientos migratorios, una vez que los Estados Unidos, muy afectados por su doble crisis inmobiliaria y financiera, están blindando el acceso al país en todas su fronteras, terrestres y marítimas.

Europa no ha optado por ese blindaje, en parte porque no es posible por el carácter abierto y la extensión de sus fronteras, y en parte también porque la economía y la sociedad europea siguen considerando necesaria la llegada de inmigrantes para dinamizar una sociedad envejecida por el aumento de la longevidad y el descenso de la natalidad.

Un buen ejemplo fue la reacción negativa de los medios de comunicación y de los sectores económicos a las declaraciones del ministro español Corbacho sobre la supresión de las contrataciones en origen. Ante el clamor de los sindicatos, empresarios y organizaciones humanitarias en favor de la contratación de inmigrantes, el gobierno tuvo que puntualizar que se continuaría con ese tipo de programas en la medida que resultara necesario.

Hay acuerdo, en todo caso, en el sentido de que la inmigración en Europa no puede dejarse en manos de la divina providencia y de que hay que establecer un marco regulador común. Una medida en este sentido ha sido la aprobación de la directiva sobre retorno de inmigrantes. Otras medidas están en trámite de ser acordadas, como las relativas a los mecanismos de integración de los inmigrantes.

Los instrumentos comunitarios existentes son, sin embargo, insuficientes. Faltan mecanismos de solidaridad que garanticen, por ejemplo, que la pequeña isla de Malta cargue por sí sola con miles de inmigrantes irregulares o que España tenga que asumir por su cuenta el coste de la atención a menores inmigrantes que no pueden ser devueltos a sus países de origen debido a las estrictas normas internacionales sobre protección de menores.

Las instituciones europeas deberán seguir profundizando en el tratamiento de la inmigración. Sin renunciar a los principios de humanidad y solidaridad que presiden nuestros sistemas constitucionales, Europa deberá unificar sus normas de acogida, devolución e integración de inmigrantes de forma solidaria, ya que se trata de un fenómeno que afecta al conjunto de la Unión Europea, tanto en los más patentes aspectos negativos como en los menos reconocidos pero no menos reales aspectos positivos de la inmigración. Un paso importante en este camino es el Pacto europeo por la inmigración presentado por la presidencia francesa de la Unión y aprobado en principio por todos los Estados miembros.